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Ciertamente, cuando llegue ese día, todos ustedes arrojarán los ídolos de oro y plata que se hicieron con sus manos pecadoras. Asiria caerá a filo de espada, pero no de espada humana; delante de esa espada huirá, y sus jóvenes serán obligados a pagar tributo. De miedo sucumbirá su fortaleza, y llenos de pavor sus príncipes abandonarán sus banderas.

—Palabra del Señor, cuyo fuego está en Sión y cuyo horno está en Jerusalén.

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